El Premio Nobel de Economía del año 2001 fue entregado a Joseph Stiglitz, quien era economista principal del Banco Mundial, presidente del Consejo de Asesores Económicos del régimen de Bill Clinton. Aunque antes había asesorado al Fondo Monetario Internacional, FMI, sostuvo luego una fuerte polémica con esta entidad y la Organización Mundial de Comercio, OMC, por las políticas impuestas a los países desarrollados. Los acusaba de seguir políticas del Departamento del Tesoro y favorecer a los círculos financieros más poderosos del planeta.
Profundo conocedor de los organismos multilaterales, concedió una entrevista que se publicó siete días después de haber recibido el Premio Nobel, el 10 de octubre del 2001, en el diario “The Observer”, de Londres, en una entrevista para el periodista Greg Palast, cuyo título era “El Globalizador que regresó del frío”, donde destaca como los entes multilaterales profundizan las privatizaciones en los países que aceptan sus créditos “como una forma de obtener recursos” para garantizar los pagos de los créditos obtenidos. Forman parte de los llamados “acuerdos de reestructuración de deuda” que en forma supuesta son “voluntarios”.
Allí narra lo que, en palabras suyas, debería llamarse “el reinado del soborno” para facilitar la transferencia, concesión o privatización de los recursos naturales no renovables (como petróleo, minas, gas, tierras raras) y empresas fiscales muy rentables, como las eléctricas, telefónicas, de agua, y otras, a las denomina “industrias del Estado”. En forma textual, refiriéndose a los presidentes o ministros de Economía, de los países deudores, señala: “Usted podía ver como se les salían los ojos ante la perspectiva de una comisión del diez por ciento, consignadas en cuentas de bancos suizos, paraísos fiscales, o donde digan, por entregar” de miles de millones de dólares de sus activos nacionales.
No solo reciben una suculenta “mordida” los países sometidos a estos organismos multilaterales, sino que se ha convertido en una regla general para toda transferencia o privatización impulsada por regímenes del globalismo o globo colonizadores. Recordemos que en el gobierno de Correa se entregaron 18 campos petroleros, las más lucrativas minas (de oro, plata, cobre), los puertos marítimos (Puerto Bolívar por 60 años, Posorja por 50, Manta por 40, Providencia por 30, en Sucumbíos), la telefonía celular, las fábricas de cemento (como la Chimborazo y la Guapán), entre otros bienes nacionales transferidos. Pero eso no es todo.
Debemos anotar que quedaron aprobadas las leyes para privatizar los siguientes bienes, que las puede utilizar Daniel Noboa, como lo hicieron regímenes precedentes: las tierras rurales de costa, sierra, oriente y Galápagos; las centrales hidroeléctricas; la Corporación Nacional de Telecomunicaciones, ferrocarriles, Correos del Estado; el Banco del Pacífico; la Flota Petrolera Ecuatoriana, FLOPEC, la empresa TAME. El gobierno de Noboa aprobó la transferencia del gas, con el pretexto de los apagones, y están embalados para acceder al control, manejo y reparto del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. ¡Debe recordar nuestro pueblo como los atormentadores de siempre están organizados para el despojo permanente del patrimonio social y nacional a nuestra Patria bendita, asociados siempre con grandes multinacionales, propiedad de los círculos financieros más poderosos del planeta!
¡LA PATRIA NI SE VENDE NI SE RINDE!
¡LA PATRIA CON EL ALMA SE DEFIENDE!
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